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martes, 26 de junio de 2007

Jurema


El sol caía sin piedad sobre el Barón quien con su blanco pañuelo secaba las gotas de sudor que corrían por su cara y su cuello. Con su típico traje blanco y sus botas negras montado en su caballo recorría la plantación donde los mugrosos esclavos se inclinaban ante su paso. Ya era rutina salir por la mañana a dar una vuelta por los caminos que rodeaban los sembrados; en esos paseos la vista del Barón trataba de encontrar alguna mulata que fuese digna de su fusta.
Mientras se dirigía hacia el río a tomar un baño se cruzó con Jurema, la pequeña mulata había crecido y lo que antes era promisorio ahora era concreto a su vista. Si bien los andrajos que vestía ocultaban buena parte de su cuerpo, para un exquisito conocedor como el Barón no pasaban desapercibidos. Acerco el caballo por el sendero donde ella caminaba en dirección al río y se puso a la par; la mulata no sacaba la vista del suelo mientras el Barón se regocijaba por dentro viéndola caminar con el bulto de ropa sobre su cabeza. Apuro el paso de su cabalgadura para llegar al río, la mulata podía ser apetecible pero el calor era sofocante, bochornoso como diría su amiga Eva de Buenos Ayres. El recuerdo de sus labios carnosos dignos de besarse paso por la mente del Barón, recordaba las tardes en que Eva hacia gala de sus labios mientras él le leía a Proust.
Absorto en los recuerdos llego al río y desmonto del caballo, se quito su blanco sombrero Panamá, las botas y el traje, así desnudo como le gustaba se metió al río. A lo lejos escuchaba la risa de los chicos jugando en el agua, pronto se les acabaría esa felicidad y seguirían la senda de los otros esclavos hacia las plantaciones. Salió del agua y se recostó en la arena, unos pasos le hicieron saber que Jurema se acercaba. La mulata se acerco a la orilla del río, puso su falda entre las piernas y se agacho a lavar la ropa. Mientras hacia esto, movía su cuerpo y entonaba una canción en su lengua natal con un ritmo cadencioso que lentamente estaban excitando al Barón; quien silenciosamente se incorporo, tomo su fusta y se acerco a la muchacha.
Cuando estuvo a su lado apoyo la punta de la fusta en su cuello; la mulata sorprendida interrumpió su canción, se dio vuelta, y miro con los ojos bien abiertos al Barón desnudo frente a ella, mientras él suavemente deslizo la fusta hasta los botones de la blusa y magistralmente fue abriéndolos uno por uno muy lentamente. Ahora ella se encontraba sentada en la arena y con la blusa abierta, dejando al descubierto unos senos erguidos y con aureolas oscuras alrededor de los pezones duros. Lentamente corrió la blusa hacia atrás con la fusta hasta que su torso quedo desnudo en la arena. Con un poco de presión de la fusta en su cuello hizo que la mulata se recostara, sacarle la pollera iba a ser un poco más difícil, por eso con un gesto de su cabeza, la mulata comprendió rápidamente los deseos del Barón y no lo hizo esperar. Un poco temerosa se quito la falda y dejo ver un 'culotte' blanco que probablemente perteneciera a la Condesa y que ella había robado de la casa. Con firmeza en la mirada le hizo un gesto para que se lo quitase, la mulata sabia que había sido sorprendida y esperaba el castigo. Cuando se quito el 'culotte' el Barón lo alzo con la fusta y lo examino. Sin duda era la marca francesa que usaba la Condesa. Tímidamente la mulata intentaba con sus manos tapar su desnudez, el fustazo no demoro mucho en caer sobre la mano que cubría su entrepierna haciéndole escapar un chillido de su garganta y dejando al descubierto una hirsuta mata de vellos púbicos negros y ensortijados que rodeaban unos labios marrones donde se destacaba el rojo de su vagina. Muy lenta y rítmicamente la fusta comenzó a dar círculos cerca de donde el Barón distinguió el clítoris de la mulata. Sus ojos reflejaban una mezcla de terror y placer mientras él seguía su juego con la fusta, el cuero le daba casi la misma sensación de placer que por las noches ella se brindaba a sí misma en la oscuridad de la 'senzala' mientras los otros dormían. Pero el terror no figuraba en sus fantasías y ahora lo sentía. Sabia que el Barón en cualquier momento podía comenzar a castigarla y eso la aterrorizaba; el miedo y el placer hacían contornear su cuerpo fuera de su voluntad, sus caderas acompañaban el rítmico movimiento de la fusta y arremetían contra ella en un intento desesperado por obtener el máximo placer. Nunca antes habían pasado por su cuerpo todas esas sensaciones, nunca antes había sentido el dolor del clítoris al endurecerse por la excitación, nunca antes sus senos habían palpitado como lo hacían ahora, nunca antes había estado tan cerca del orgasmo, nunca antes el Barón había estado tan cerca de ella. Ese hombre de finos modales y gustos refinados se había fijado en ella y eso la excitaba y la llenaba de orgullo, en sus fantasías se veía como la preferida del Barón. Casi ni percibió el rápido movimiento de la fusta que descargo un chicotazo sobre sus nalgas dejando una marca roja sobre su morena piel. Pobre mulata pensó el Barón que equivocada está si piensa que va a gozar cuando ella quiera, y volvió a arremeter contra su nalga con la fusta, la mulata iba a gozar cuando el así lo quisiera. Acerco la punta de la fusta a sus pechos y comenzó a acariciarlos suavemente en círculos alrededor de los pezones, dando esporádicamente golpecitos suaves sobre ellos. Jurema con ojos aterrados miraba la fusta como se movía rítmicamente sobre sus pezones, su cuerpo que segundos antes era solo cadencia y sensaciones, ahora estaba tieso sobre la arena. La mirada del Barón era penetrante y un tanto sombría, notaba como a medida que le acariciaba los pezones con esos golpecitos sus ojos se iluminaban. El dolor del chicotazo estaba pasando y el suave golpeteo sobre sus pezones hacia que su cuerpo lentamente volviese al estado anterior, sentía la necesidad de acariciarse pero tenia miedo al castigo. Otra vez sentía la mezcla de dolor y placer apoderarse de su cuerpo y su mente, notaba que ese hombre parado frente a ella la llevaba por un camino que nunca antes había recorrido; quería demostrarle su agradecimiento pero no sabia como hacerlo, mientras sentía la presión de la fusta pasar entre sus senos y bajar por su vientre deteniéndose en su ombligo. Los ojos del Barón ahora estaban fijos en los de ella que apenas podía sostenerle la mirada, mientras miraba al Barón sintió el otro chicotazo que esta vez lacero su carne. Cerro los ojos inmediatamente, sabia que el Barón no perdonaba que un esclavo suyo lo mirase a los ojos, desde niña había visto como los hombres se acercaban a él con las manos en la espalda y la cabeza gacha mirando al suelo, mientras él les daba las ordenes. Se merecía el castigo pensó, le había faltado el respeto al hombre que se había dignado a darle placer. No volvería a hacerlo.
El Barón comenzó a golpear suavemente la parte interior de sus muslos y ella fue separando sus piernas hasta dejar totalmente expuesta su vagina a la mirada escrutadora de él. La fusta comenzó a dar suaves golpes en los labios de su vagina, que con el roce del cuero tomaron un color rojo más intenso aun; desde su posición el Barón podía ver como el clítoris de Jurema volvía a endurecerse, mientras lentamente se arrodilló entre sus piernas y con su pene rígido la penetró violentamente; la negra lanzo un grito de dolor y todo su cuerpo se estremeció. Nada le importo al Barón que siguió penetrándola sin prestar atención ni a sus gritos, ni a sus lágrimas. Todo lo que antes había sido placer, ahora era dolor y desgarro, sentía el dolor en las paredes vírgenes de su vagina, con cada nueva embestida sentía como su carne era lacerada; las lágrimas que corrían por su rostro de nada servían para que el Barón tuviera compasión de ella, al contrario esto parecía estimularlo mucho más, ya que sus movimientos ahora eran más rápidos y violentos dentro de su vagina. Tan intenso era el dolor que pensaba que su cuerpo no lo resistiría, y así fue como lentamente comenzó a perder la noción del lugar donde estaba y lo que estaba sucediendo, su cuerpo se fue poniendo fláccido, su mente daba vueltas y de pronto quedó todo a oscuras. Jurema la pequeña negra de 16 años había sido violada a orillas del río por su amo, como otras tantas que habían pasado por su fusta.


Fin

Autoretratos

Alberto Otero - Fotografias

lunes, 18 de junio de 2007

Alicia y Yo

El amor de dos jóvenes que comienza cuando son niños aun. El erotismo, el amor y las primeras relaciones sexuales de dos adolescentes.

Esta novela publicada por Libros en Red

Se puede ver en : http://www.librosenred.com/libros/aliciayyo.aspx

sábado, 16 de junio de 2007

La Sirena

Cuando desperté estaba amaneciendo, desde la ventana que daba a la playa se podía ver como el sol comenzaba a insinuarse sobre el horizonte; puse a calentar el agua para preparar el café y salí a darme un baño en el mar. Camine hasta el muelle y desde allí me zambullí, el contacto con el agua me hizo estremecer, estaba fría, demasiado fría, pensé que el corazón me iba a explotar de tan rápido que latía; me quede quieto hasta que el pulso y la respiración se normalizaron; comencé a nadar para estirar los musculos, y quitarme la pereza de encima.
Cuando regrese a la casa el agua ya estaba hirviendo y me prepare un buen café; sobre la mesa aun permanecían los restos de la cena y sobre la pileta de la cocina todavía estaban los platos de varios días sin lavar. De entre la vajilla sucia tome una taza, la enjuague un poco y salí a beber el café afuera; me senté en los escalones, pensando en lo que iba a hacer ese día.
Hacia un tiempo que venia escuchando rumores de los pescadores de la zona que cerca de ahí había un barco hundido del siglo pasado, un galeón portugués cargado de oro; pero las referencias que hacían al lugar siempre eran diferentes de acuerdo a quien contara la historia. Por lo tanto ya hacia mas de un mes que venia buceando en diferentes lugares con el fin de encontrarlo y nada, ese día tenia pensado alejarme un poco mas, iba a ir hasta los arrecifes que estaban a mas de 10 millas de la Isla Grande; era una zona peligrosa tanto para el barco, como para bucear en sus profundidades, pero por eso mismo lo hacia el lugar posible para un naufragio.
Me levante y entre a la casa a buscar el equipo, por la puerta entreabierta del dormitorio pude ver el cuerpo desnudo de ella durmiendo todavía, era una verdadera tentación, pero sabia que si entraba en esa cama, me costaría mucho salir de ella después y se me haría muy tarde para ir a buscar el barco hundido, además sabia que ella no quería que vaya a bucear a los arrecifes porque sabia que era muy peligroso, otros que lo habían intentado nunca habían vuelto, por eso decidí buscar el equipo y salir de la casa sin decirle nada, solo le deje una nota sobre la mesa diciéndole a donde iba y que debería hacer si no volvía.
Cargue todo el equipo y algunas provisiones en el barco, llevaba cerveza, cachaza y agua como para una semana, la comida no me preocupaba porque siempre aparece algún pez como para comer.
Cuando puse en marcha el motor del barco, el viejo casco de madera se estremeció todo, pensaba si ese viejo casco aguantaría en los arrecifes, pero ya había tomado la decisión así que puse proa a la Isla y comencé mi viaje, tardaría mas o menos unas tres o cuatro horas en llegar, o sea que cerca del mediodía estaría en el lugar, una muy buena hora para bucear, el sol esta en su posición mas alta y se puede ver a mayor profundidad sin necesidad de luz artificial, encendí un cigarrillo y miraba el horizonte absorto en mis pensamientos, cada tanto me cruzaba con el barco de algún pescador amigo y nos saludábamos, en esa zona había que maniobrar con mucha delicadeza ya que estaban las redes de los pescadores y si con la hélice rompía alguna de ellas sabia el daño que para el significaba, meses de trabajo perdidos, era muy dura la vida de los pescadores en esta región, y no era mi intención hacerla mas dura si por causa de una distracción rompía sus redes.
Ya había pasado la Isla Grande, y frente a mi a poca distancia tenia los arrecifes, podía ver como el mar rompía con furia contra ellos, parecía que quería arrancarlos por la fuerza con que las olas se estrellaban contra ellos, fui bajando la velocidad de a poco para acercarme a una distancia que me permitiera anclar el barco en un lugar seguro y que este no se estrellara contra los arrecifes, pues si eso sucedía estaría totalmente perdido, ya que nadie se atrevía a venir hasta aquí, no tenia seguridad que alguien me rescatase si algo pasaba.
Tire el ancla y cuando el barco estuvo bien anclado a favor de la corriente, apague el motor; me senté sobre un costado del barco a fumar un cigarrillo y tomar una cachaza antes de prepararme para bajar, saboreaba la cachaza y el cigarrillo como si fueran los últimos, porque no sabia si lo serian. Revise el equipo por ultima vez, ya que iba a descender solo quería estar seguro que todo funcionaba bien, me fui colocando el equipo, ya se había pasado el temor de la primera hora, y esta le seguía una excitación mayor al temor que podía sentir.
Me zambullí por la popa del barco y fui descendiendo suavemente en diagonal al arrecife, aproveche a revisar el ancla, y sujeto a la cuerda del ancla fui descendiendo, todo lo que tenia alrededor era hermoso, los corales por efecto de la luz tenían unos colores como el de cien arco iris juntos, había alrededor de ellos cardúmenes de peces pequeños que daban vueltas en circulo, estaba a unos veinte metros de profundidad y la visión era bastante buena todavía, comencé a nadar por la pared lateral del arrecife para rodearlo, si el buque estaba cargado de oro, eso significaba que el naufragio había sucedido cuando salía del puerto hacia Portugal, por lo tanto debería estar a la vuelta del arrecife, así que despacio fui dando la vuelta, decidí descender unos cinco metros mas para poder ir viendo el fondo que estaba muy oscuro y no daba para percibir nada; avance un poco y mire los relojes, tenia aire para unos veinte minutos mas y el regreso, así que seguí avanzando pero un poco mas rápido para ver si veía algo. Cuando volví a mirar el indicador de aire, estaba en la zona roja, eso significaba que tenia que salir de allí inmediatamente, y aun no había visto señales de nada que se pareciese a un
barco, deje una boya de marcación, para saber desde donde tenia que recomenzar la búsqueda la próxima vez y volví al barco.
Puse a recargar los tanques y mientras esperaba, me senté a tomar una cachaza; estaba agitado por el esfuerzo y ya entraba en mí la idea de que era solo una invención de los pescadores, en esas noches de cachaza e historias.
El mar no había calmado nada, seguía batiendo con fuerza y el viejo casco del barco pedía que saliéramos de esa zona, las maderas crujían a cada embate de las olas, y el cielo se cubría de nubes, todo indicaba que se avecinaba mal tiempo, era el momento oportuno para pegar la vuelta, pero no me quería ir de ahí sin por lo menos haber dado la vuelta al arrecife por debajo del agua, pero si el tiempo seguía así, seria muy difícil hacerlo.
Decidí quedarme y bucear con dos equipos, uno lo llevaría puesto normalmente, y el otro lo llevaría en la mano, así cuando se acabase el aire en uno, usaría el otro, lo que me daría el doble de autonomía; la cosa se complicaba un poco porque debería llevar la linterna y el arpón si es que quería comer algo esta noche. Así fue que cuando estuvieron cargados los tanques comencé a colocarme el equipo para descender nuevamente, sujete firmemente la linterna al arpón , tome el otro equipo y me zambullí nuevamente; fui nadando por la superficie hasta donde estaba la boya de marcación, y ahí comencé a descender, a los pocos metros ya la visibilidad era muy escasa, encendí la linterna, sabia que con eso los peces vendrían a la luz, y seria mas fácil poder atrapar uno, estaba entre los corales cuando apareció un mero de buen tamaño, apreté el gatillo del arpón; ya tenia la cena asegurada.
Seguí rodeando el arrecife e iluminando hacia abajo y a los costados, hasta que en un momento a lo lejos me pareció ver un pez enorme, de casi dos metros de largo, lo primero que pensé fue en un tiburón, maldije todo lo que pude, en las condiciones que me encontraba, con las ambas manos ocupadas, no tendría muchas posibilidades de recargar el arpón rápidamente si erraba el disparo; además por el tamaño iba a ser difícil que muriera de un solo tiro aun pegándoselo bien, cosa que dudaba en mis actuales circunstancias. Volvió a pasar nuevamente, esta vez un poco mas lejos, apenas podía ver un bulto oscuro que se movía, y por la distancia ni siquiera pensé en dispararle, avance un poco más esperando que se fuera, pero no lo hizo. De repente vi que se acercaba a mi por el costado, gire el cuerpo y apreté el gatillo, la lanza de acero del arpón salió en dirección a él y en el momento del impacto se puso de lado y solo pude rozarlo; giro violentamente y se alejo, el corazón se me salía del pecho de la agitación, comencé a recoger la lanza del arpón para prepáralo en caso de que volviese, solo que esta vez iba a esperar que estuviera un poco mas cerca para no errar el tiro, por que si lo erraba se llevaría una parte mía, y esa idea no me gustaba.
Lo vi venir de frente hacia mi, se acercaba muy rápido, pero lo extraño era que no nada en forma ondulante hacia los costados como lo hacen habitualmente, sino que lo hacia en forma ondulante de arriba hacia abajo, iba a ser muy difícil acertarle de esa manera, así que espere a que se acerque un poco mas, lo hacia a gran velocidad, apunte la luz hacia el para no errar esta vez, cuando lo tenia a unos seis metros ya podía distinguirlo bien, no podía creer lo que estaba viendo.
Me paralice por completo, tenia la cabellera negra, y los pechos redondos, bien formados, con unos pezones duros de aureolas rosadas, sus ojos eran de color almendra y grandes, el resto del cuerpo era de un pez, no atine a nada, estaba tan conmocionado por la visión que no pude apretar el gatillo del arpón; de su brazo izquierdo corría un hilo de sangre y en sus ojos había furia, parecían preguntarse ¿porque la había herido?.
Cuando estuvo bien cerca mío, solo atine a mover los brazos en un gesto de incomprensión de lo que estaba pasando. Me mostró su brazo herido, por su piel blanca el hilo rojo de sangre se destacaba, me acerque despacio a ella para tocarla donde estaba herida, pero se alejo rápidamente.
Desde lejos La Sirena, estaba observando lo que yo hacia, así que desate la linterna del arpón y lo solté para que no se asustara, con la linterna busque nuevamente su figura y la encontré sentada sobre unos corales cerebro de enorme tamaño, me fui acercando despacio para que no huyese, cuando estaba cerca de ella empecé a sentir la falta de aire en el tanque, con toda la agitación que había pasado me había olvidado de chequear los relojes, ella noto la desesperación en mi rostro y suavemente me tomo de una mano, mientras con la otra quitaba el respirador de mi boca, mi impulso fue arrebatarle de las manos el regulador, ya que sin el estaba perdido, moriría ahogado irremediablemente; forcejeaba con ella por la válvula, cuando de a poco me fui dando cuenta que no me estaba haciendo falta, podía respirar. Ella debe haber notado mi asombro porque con una sonrisa picara, me tomo de la mano y nadamos juntos rodeando el arrecife; yo no podía salir de mi asombro, el contacto con sus manos era muy suave. Delante nuestro a lo lejos pude distinguir un bulto grande y algunas luces, no podía ver bien de que se trataba, pero cuando estuvimos mas cerca pude ver que era el galeón hundido, estaba intacto, apoyado sobre uno de sus costados, con algunas luces de su interior encendidas, nadamos hasta la cubierta principal, y por la puerta que se encontraba en el frente bajamos al interior.
La sala era pequeña, con muebles de madera, la iluminación provenía de unas lámparas de queroseno que estaban adosadas a la pared; cuando entramos ella hizo señas para que me siente en el sofá que estaba sobre un costado de la sala, me sentía incomodo con mi traje de buceo, así que me saque el chaleco primero y los pantalones después.
Quedamos los dos desnudos uno frente al otro, ella se fue acercando despacio hacia mi, con sus brazos me rodeo el cuello y apoyo sus labios en los míos, eran unos labios cálidos y húmedos, pude sentir el roce de sus pezones duros contra mi pecho, su piel era suave, su cuerpo se estremecía con mis caricias; podía sentir como se estaba excitando, sus manos acariciaban todo mi cuerpo y su boca no dejaba de besarme, lentamente fui reclinando mi cuerpo sobre el sofá dejando que el cuerpo de ella quede sobre el mío. Así en esa posición ella fue descendiendo con sus labios por mi cuerpo, besaba cada parte de mi cuerpo, llego hasta mi pene y comenzó a besarlo suavemente, lo ponía dentro de su boca y con la lengua daba vueltas alrededor de él, sentía que iba a gozar en su boca, cerré los ojos puse mis manos detrás de la nuca y en esa posición relajada, gocé en su boca; ella se trago todo el semen saboreándolo, subió lentamente hacia mi, y se puso debajo mío, comencé a besarle los pechos, daba vueltas alrededor de sus pezones con la lengua, y cada tanto se los mordisqueaba suavemente, cuando hacia esto su cuerpo se contorsionaba todo. Fui penetrándola lentamente, la estrechez de su vagina hacia que fuese difícil la penetración, ella comenzó a moverse en forma ondulante, como si estuviera nadando, yo sentía que iba a gozar nuevamente, y ella estaba por hacerlo también, gozamos los dos juntos en un gozo demorado; pasamos así una buena parte de la noche, hasta que totalmente agotados nos dormimos abrazados uno al otro.
Cuando me desperté por la mañana, desde la ventana que daba a la playa se podía ver como el sol comenzaba a insinuarse sobre el horizonte; puse a calentar el agua para preparar el café. Por la puerta entreabierta del dormitorio pude ver el cuerpo desnudo de ella durmiendo todavía y salí a darme un baño en el mar.



FIN

Alberto OTERO - Registro de la Propiedad Intelectual 00069073
Hecho el Deposito que marca la Ley. ©1998 - 2001 Todos los derechos reservados.
Prohibida su reproducción sin expresa autorización del autor.

Viajero del Tiempo

Bajo el sol matinal el señor Timewalk caminaba hacia el canal de televisión. Al llegar a la recepción pidió hablar con el conductor del programa de la mañana. Sabía que millones de personas en sus hogares estarían pendientes de sus palabras. La fama estaba a unos pocos pasos.
Detrás del escritorio una joven le pregunto, “A quien debo anunciar.”
“Al señor Timewalk, un viajero del tiempo.” Dijo sin inmutarse.
La joven acostumbrada a recibir todo tipo de desquiciado en ese lugar, apenas arqueo una ceja. “Aguarde un momento, por favor.” Dijo la joven.
Al cabo de una hora la recepcionista lo llamo, “Sr. Timewalk, puede pasar.” Dijo indicándole una puerta.
La puerta conducía a un amplio pasillo donde había pequeñas oficinas a cada lado, con personas trabajando. Al final del pasillo diviso la figura del conductor del programa que estaba esperándolo frente a la puerta de una de las tantas oficinas.
Luego de saludarlo, el conductor abordo directamente el asunto, “Me dijeron que usted viaja en el tiempo.” Dijo con una sonrisa burlona.
“Así es.” Respondió el Sr. Timewalk secamente.
“Y podría darme alguna prueba de ello, sabrá que no puedo arriesgarme a decir que usted viaja en el tiempo sin pruebas”
“Lo entiendo perfectamente.” Dijo mientras sacaba de su bolsillo un papel y se lo extendía.
“¿Esto que es?” pregunto el conductor.
“Los titulares de los diarios de mañana.”
“Bueno, ¿esta es la única prueba que tiene?”
“Por el momento es suficiente.” Dijo secamente. “Espero su llamado.” Agrego dándole un papel con su número de teléfono.
Mientras el conductor leía el papel, el Sr. Timewalk se retiro del lugar sin saludar siquiera. Un asistente se acerco al conductor que había quedado parado en medio del pasillo con el papel en la mano. “Mañana lee los titulares de los diarios y si coinciden con este papel, llama a este numero.” dijo al asistente y se retiro.
Timewalk llego a su casa, se sentó frente a su computadora y en pocos minutos obtuvo los archivos que estaba buscando. Encendió un cigarrillo y comenzó a modificar los archivos.
Cuando termino la operación, transfirió los archivos a su destino y dijo, “Ya esta.” Se levanto de la silla en dirección a la sala de estar, donde la música inundaba la sala. Se sentó en el sofá y cerro los ojos.
La campanilla del teléfono lo saco de su sueño, estiro la mano y levanto el tubo.
“¿Sr. Timewalk?” Escucho que decía la voz del otro lado.
“Si, soy yo.” Respondió.
Mientras se dirigía al canal compro el diario y leyó los titulares. Una extraña sonrisa se dibujo en su rostro.
“Buenos días Mr. Timewalk” dijo el conductor extendiendo su mano.
“Buenos días” replico Mr. Timewalk
“Hemos leído los titulares de hoy, pero todavía tenemos algunas dudas.”
“¿A que se refiere?”.
“A algo mas concreto que eso.” Dijo el conductor
“Muy bien” dijo calmadamente Mr. Timewalk mientras sacaba un papel de su bolsillo y lo extendía al conductor.
El conductor se fue poniendo pálido mientras leía el papel. El asistente tomo el papel en su mano y lo leyó en voz alta “Misteriosa muerte de conductor de televisión, un aparente suicidio”



FIN

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Al Costado del Camino

El paso del Barón Visa fue tan fugaz por las Islas Canarias que solo tuvo tiempo de beber un vino y comer unas tapas antes de embarcar en el avión que lo llevaría con destino a su ciudad adoptiva, Angra dos Reis. Cuando llego al aeropuerto de la ciudad de Rio de Janeiro ya estaba un fiel lacayo dispuesto a llevarle su equipaje como era costumbre.

Al salir del aeropuerto sintió el calor agobiante de la ciudad y la necesidad de mojar su garganta con un buen vino blanco, a pesar de haber ingerido una muy buena cantidad a bordo del avión, para que el viaje le resultase más placentero. La azafata una mujer entrada en años y carnes, clara muestra de la decadencia de las aerolíneas, se esforzaba para mantener siempre llena la copa del Barón durante el vuelo, pero igualmente sintió la falta de un buen vino, ante ese calor sofocante.

El chofer en apariencia no tenia apuro ya que iba por la ruta tan despacio que daba hasta para escuchar el canto de los pájaros, demoraron en llegar a la ciudad mas de tres horas, cuando llegaron eran casi las cuatro de la tarde, y a esta altura el Barón estaba realmente sediento, pero esta vez no de vino sino de sangre, quería poder explotar el cerebro del conductor, cuando detuvo el automóvil bajo un sol infernal y el Barón debió descender en medio de ese sol agobiante; porque el imbécil no fue capaz de estacionar a la sombra o por lo menos acompañar con una sombrilla al Barón hasta la entrada de su residencia.

Apenas atravesó la puerta una mulata llego para recibirlo, sin saludarla siquiera le ordeno que pagase al chofer y lo despidiera, mientras seguía su camino hacia el baño. Dejo toda su ropa tirada en el piso y entro bajo la ducha, a pesar del ruido que hacia el agua pudo escuchar que alguien estaba dentro del baño, cuando abrió la puerta de la ducha vio que era la mulata que estaba juntando la ropa que él había dejado tirada por el suelo, sin mediar palabra la comenzó a abofetear, la mujer comenzó a chillar como un animal en cuanto el Barón descargaba sus golpes, fue entonces cuando vio el cinto que había estado usando hasta llegar a su casa, e inicio la sesión de castigo sobre la mujer con él.

La castigo hasta que quedo exhausto. Cuando salió del baño, se dirigió a la sala, donde se sirvió un whisky.
Se sentó en su sofá y se quedo pensando en cuanto le hubiera gustado hacer lo mismo con el chofer, pero bueno el chofer había sido despedido sin su castigo así que era ella quien lo había reemplazado.
La mujer salió del baño toda maltrecha, pero alcanzo a ver que el vaso del Barón estaba vacío, y se apuro a llenarlo, porque sabia que de no hacerlo, el barón la castigaría realmente, luego de llenar su vaso le pidió disculpas por disturbarlo de sus pensamientos y se retiro.
Se encontraba en la sala cuando escucho que la campanilla de la puerta sonaba, luego entro la criada en la sala anunciando que la Condesa estaba esperando a ser recibida por él. Fue en ese momento que supo lo
que iba a hacer con ella, se dirigió a la otra sala y luego de saludarla le ordeno a la criada que cargase en el porta equipaje del auto de la Condesa una manta, hielo, un vaso y una botella de su whisky preferido. Cuando todo estuvo dispuesto le pidió que lo acompañara, salieron de la casa y se dirigieron al automóvil de la Condesa, el Barón le indico que dirigiera hasta su casa de campo, que tenia una sorpresa para ella, contenta la Condesa tomo el camino hacia los campos del Barón.
Cuando iban en el camino hacia a la casa el Barón le pidió que se desviara por un camino lateral de tierra que conducía hacia las plantaciones y que era usado por sus esclavos para volver luego de la jornada de trabajo hacia sus barracas.
Cuando llegaron a una pequeña arboleda que había al costado del camino, el Barón le pidió que detuviese el automóvil, seductoramente le pidió que lo acompañase y ambos se dirigieron hacia los arboles, sabia que no era un hombre común en materia de sexo y eso la tenia muy excitada, a medida que se acercaba al Barón, la excitación iba aumentando dentro de ella, la idea de tener relaciones sexuales con el Barón en contacto con la naturaleza, salía de lo común y no podía disimular su satisfacción de poder tener para si misma un hombre que había codiciado desde hacia tanto tiempo, al fin todos sus juegos y artimañas habían dado resultado, no cabia dentro de sí de tanta alegría y su cara lo expresaba.

A medida que ella se iba acercando, el Barón no podía contener su regocijo, al verla acercarse tan mansa y dulcemente hacia él. Estaba cansado de las persecuciones a que esta mujer lo tenia sometido, sabia que en su ausencia se había encargado de decir a todo aquel que quisiera escucharla que el Barón era el hombre de su vida y que estaba loco por ella, cuando en realidad no pasaba de un trato social al que la educación del Barón le imponía. Sabia perfectamente que cualquier cosa que este le pidiese ella lo haría, así que no dudo en pedirle que se desnude.
Mientras ella se desnudaba extrajo del bolsillo de su pantalón una cuerda y un pañuelo negro, con el pañuelo le vendo los ojos y con la cuerda le ato las manos a la espalda, suavemente le pidió que se acostara sobre la hierba y en un papel que extrajo de su bolsillo con su pluma escribió:

"Quiero que disfruten de mi cuerpo con placer y sin culpa"

Dejo el papel junto al cuerpo desnudo de la Condesa, cruzó al otro lado del camino, saco el whisky, se sirvió una generosa medida y se sentó a esperar que los esclavos volviesen de las plantaciones.




FIN
Alberto OTERO - Registro de la Propiedad Intelectual 00072597 - Hecho el Deposito que marca la Ley. ©2002 - 2005 Todos los derechos reservados.Prohibida su reproducción sin expresa autorización del autor.

Amor de Verano

El viaje en el camión no era cómodo; estabamos apretadas y nuestros cuerpos golpeaban unos contra otros. A pesar de lo incomodo del viaje, las otras once que estaban conmigo no paraban de hablar; más que hablar, todas se lamentaban de su destino; siempre expuestas a las miradas, y al manoseo; a los deseos de aquellos que pasaban a su lado, no importaba que fuesen niños, adultos, hombres o mujeres. Todos nos deseaban por la dulzura, por nuestro color bronceado y por la suavidad y brillo de nuestro color. Pero el destino siempre era el mismo- se lamentaban una y otra vez -, acabarían en una tostada, o tal vez acompañadas por su amiga la manteca; o quién sabe, terminarían siendo un ingrediente más en la preparación de algún postre. Nuestro destino estaba marcado desde hacia mucho tiempo; y el tiempo inexorable con todo, lo sería con nosotras también. Ellas querían rebelarse, pero no podían. Sin embargo, yo no pensaba en eso. Mi mente estaba en otro lado. Estaba en los recuerdos que tenía de las caricias de las abejas… Eran tan suaves, tan gentiles con nosotras que nunca hubiese querido abandonar nunca ese ambiente. Todo era tan lindo hasta que se produjo la violación. Primero fue el humo que nos encegueció a todas, luego el ensordecedor ruido de las alas de las abejas que se desesperaban por salir del lugar, y después llegaron esas toscas y rudas manos que nos encerraron en diferentes compartimentos, y ahora nos enviaban para que otros gocen con nosotras. Todo había sucedido tan rápido, que casi ni nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Era una pesadilla de la cual íbamos a despertar en algún momento. Nos habían puesto en grupos de a doce; pero el nuestro no era el único grupo aparentemente, ya que escuchábamos otras voces también, de otras que habían sido raptadas como nosotras. Además, había otras voces que no alcanzaba a reconocer. El murmullo que llegaba a mis oídos junto con el ruido que producía el camión que nos transportaba no dejaba distinguir de quiénes eran esas voces que escuchábamos.
A veces las sacudidas del camión nos hacían temer por nuestra integridad. Éramos frágiles, y un golpe fuerte en el camino acabaría con nosotras. Tal vez fuera mejor eso que el destino que nos esperaba, pero el chofer del camión sabía muy bien lo que estaba transportando, y lo que le sucedería si algo nos ocurriese en el trayecto. Sabía que teníamos que llegar sanas y a salvo hasta las góndolas del supermercado donde seríamos expuestas para la venta. Sí, porque nosotras éramos la MIEL, que se destinaba a la venta.

En otra parte del camión que las transportaba se encontraba quien sería su compañero y amante, solo que ninguno de los dos sabía el destino que les esperaba. No hablaban entre sí, ambos ignoraban la existencia del otro, no habían sido presentados y nunca lo serian. Eran dos desconocidos que compartían un viaje, y un mismo destino, sin conocerse .Como tantas veces había ocurrido con otros, ahora ocurría con ellos. El azar los había puesto uno al lado del otro, y la diferencia de clases que había entre ellos se elevaba como un muro que los separaba.
La conversación entre quien seria su amante y sus compañeros era bien diferente. Estaba ligada a los placeres de la vida. Habían esperado mucho tiempo para realizar este viaje. Ellos no habían sido traídos a la fuerza. Ellos habían esperado mucho tiempo encerrados en la oscuridad esperando este momento, entonces, su conversación era otra. Sabían que su destino estaría ligado a alguna celebración. Además, sabían que siempre serían escogidos por gente fina y agradable, que sabrían apreciar las virtudes de su nobleza, de su color, y de ese burbujeante espíritu que poseían. Sobre todo esto último. Ese espíritu burbujeante que desinhibía a quienes los escogían. Demostraban su virilidad doblegando a la mayoría de las mujeres en su voluntad, y a los hombres los convertían en audaces, esa era su virtud. Ellos eran el CHAMPAGNE, y como tal se comportaban.

Mientras la conversación continuaba entre ellos por un lado, y ellas por el suyo, sin importarse unos de los otros, el camión llegó a destino; y unos muchachos comenzaron a descargarlo, llevando cada una de las cajas a su destino en las góndolas de un supermercado. Expuestos para la venta, convertidos en mercadería, ligados a la oferta y la demanda, aunque fueran de clases diferentes, en esta situación no habría entre ellos diferencias sociales. Si bien algunos serían consumidos por clases de nivel adquisitivo mayor y otras por los de menor recurso, ambos acabarían sus días de igual manera, y serían digeridos sin distinción de clase.

El hombre entró resuelto al supermercado. Sabía muy bien lo que había venido a buscar. Así que no se demoró paseando entre las góndolas, sino que se dirigió directamente a la que exponía las bebidas. Cuando el CHAMPAGNE, lo miro a los ojos, supo en ese mismo instante que su destino cambiaría. En el momento en que el hombre lo tomó con delicadeza por el cuello y lo examinó, sabía que su destino estaba sellado. Con el Champagne en la mano siguió caminando hasta el final de la góndola, y giró a la izquierda. Avanzó a través de dos mas y llegó hasta la góndola donde la Miel se encontraba expuesta a las lascivas miradas de quienes pasaban por el lugar. Se dirigió resuelto hacia la Miel, y esta supo que no se había equivocado al pensar que ella no tendría el mismo destino que sus compañeras de viaje, había algo en la mirada del hombre que la había tomado en sus manos que le hacia sospechar un destino diferente.

Puso el Champagne debajo de su brazo, y con la Miel en la mano se dirigió hacia las cajas, sacó el dinero y sin intercambiar una sola palabra con la cajera, pagó su mercadería y salió a la calle. El chofer lo estaba esperando con la puerta del auto abierta, subió y con acento extranjero le indicó que lo llevara hasta su refugio. Cuando entró, abrió la puerta de la heladera, dejo la Miel y el Champagne juntos, retiró una botella de vino blanco, y se sirvió una copa. Sobre la mesa tenia un libro, lo abrió y comenzó a leerlo. Así paso las horas, leyendo y bebiendo hasta que escuchó los golpes en la puerta. Sabía quién era, así que abrió la puerta sin siquiera preguntar de quién se trataba. ¿ Para qué? Si había estado esperando toda la tarde por esos golpes… El vino y la lectura habían servido para disminuir la ansiedad que tenía desde que había salido del supermercado.

Abrió la puerta, y ahí estaba ella, hermosa como siempre, con el cabello atado en un rodete en la nuca. Esa misma nuca que ella siempre le pedía que le mordiese, ya que tanto la excitaba. Los labios carnosos estaban resaltados por el rojo intenso del lápiz labial; eran toda una tentación al beso, y no lo resistió. Aún sin entrar la abrazó y la besó profundamente. Ella también se entregó a la voluptuosidad del beso, y lo abrazó. El marco de la puerta era el marco del amor que se profesaban. La hizo pasar, y le sirvió una copa del mismo vino que estaba bebiendo él, solo que ya no era la misma botella, y sobre la mesa se podían ver los cadáveres de otras dos botellas, que junto con el libro habían peleado una dura batalla contra la ansiedad de la llegada de ella. Alzo la copa, y con un gesto brindó por ella, quien correspondió de la misma manera. Bebieron juntos, y hablaron hasta que se acabó esta botella también, entonces él se paró y se dirigió hacia la heladera, abrió la puerta y con una sonrisa cómplice le mostró el CHAMPAGNE y la MIEL

El corazón de ella se agitó al ver el interior de la heladera. Sabía que con eso una de sus fantasías sería realizada, pero a su vez sentía el temor de no saber si le gustaría o no, muchas veces había soñado con eso, y ahora que había encontrado quien cumpliría sus fantasías, sentía temor.
Se dirigió al baño, no podía demostrarle su temor, había esperado tanto al hombre de sus sueños que cumpliera sus fantasías que ahora, llegado el momento no podía demostrar su temor. Al entrar al baño y mirarse al espejo, este le devolvió la confianza que le faltaba; estaba con el hombre que amaba, ¿qué mejor que realizar las fantasías con él? Nadie era más indicado para hacerlo. Salió del baño y fue a su lado, lo abrazó y lo besó. El respondio a sus abrazos y besos con pasion y dulzura. Siguieron un rato mas prodigandose caricias y besos hasta que el se dirigió a la heladera; tomó el Champagne primero y luego la Miel; los dejó sobre la mesa, y fue a buscar dos copas. Tomó la Miel, y el Champagne de la mesa, y con las copas en la otra mano, se dirigió hacia la puerta, desde donde le hizo una seña cómplice para que lo siguiera, a lo que ella rápidamente aceptó.

Iban caminado por la calle hacia la playa. Él la llevaba abrazada, y con la base de las copas jugaba con sus pezones. Le gustaba ver cómo a la más mínima caricia estos se ponían duros. Jugaba con sus pezones, y la besaba. En la otra mano llevaba el Champagne y la Miel, quienes se miraban uno al otro sin comprender qué sucedía; la Miel escuchaba el ruido que producían las olas al romper contra la playa, era la primera vez que escuchaba ese sonido, y no sabia distinguir de qué se trataba; parecía el murmullo de muchas personas, pero no era eso, ya que en las góndolas estaba acostumbrada a escuchar las voces mezcladas de muchas personas. Era algo más gutural; se asemejaba a los sonidos que recordaba del panal, cuando al atardecer llegaban las abejas, y producían ese ruido tan fuerte con el batir de sus alas. Por su mente pasó la imagen de la reina, tan majestuosa, con sus zánganos haciéndole el amor, esa corte de inútiles que lo único que hacían era dedicarse a la reina, la atendían, la mimaban, la poseían. Las noches de lujuria que había visto en ese panal, y el recuerdo de ellas ahora la excitaba; sentía la mano caliente de él, los dedos que la atenazaban, el balanceo que producía con sus brazos al caminar la mareaba un poco, era como una embriaguez que la invadía, era sentirse embriagada en los brazos de su amante, ahora comprendía los sentimientos de la reina, cuando era poseída por todos esos zánganos. Ella también hubiera querido ser poseída de la misma manera, tener una corte de hombres para ella sola, que le hicieran el amor.

Sentía que en cualquier momento iba a explotar, que toda la efervescencia contenida en su interior iba a estallar; no se podía contener, observaba a su alrededor, y no podía ver nada. La oscuridad de esa calle no le permitía percibir en qué sitio se hallaba. Sólo un murmullo llegaba hasta sus oídos, que a medida que pasaba el tiempo se hacia más intenso. Todo dentro de él se agitaba. El balanceo lo estaba poniendo cada vez peor, y para colmo a su lado iba esa que había visto antes en el camión. Luego habían salido juntos del Supermercado, y después dentro de ese lugar tan frío, donde habían estado, no se cruzaron ninguna palabra. Él había tenido tiempo de observarla bien, a pesar de que no era de su misma condición ni clase. Era bonita, tenía un color en la piel que le gustaba, estaba tostada por el sol, tenía la piel fina y suave. Su aspecto era muy natural, comparado con el suyo donde todo era artificial, desde su vestimenta, hasta su interior. En cambio, ella, con esa naturalidad y ese color de piel, lo excitaba. Pero no podía permitirse el lujo de tener una aventura con alguien que era inferior a su clase, a pesar de que dentro de ese cuarto frío y oscuro nadie vería qué sucedería, y ninguno sabría de su aventura con una campesina. Pero prefirió dejarla pasar, ya tendría oportunidad de estar en una mesa con gente de su misma clase. Tal vez se encontrase con alguna ostra, y tuviera un fugaz romance. Le habían dicho que éstas solían frecuentar los mismos lugares que ellos y que eran bastante voluptuosas y sensuales. Ni punto de comparación con esta campesina, que sólo tenía la piel suave y un buen color bronceado.

Mientras caminaban por la calle hacia la playa, él continuaba jugando con las copas en los pezones de ella. No sentían ninguna inhibición ante las personas que estaban en la calle y los miraban, sabían que ellos también en algún momento habían hecho lo que ellos irían a hacer ahora, esa playa era el mudo testigo de actos de amor a diario, y ahora sería también testigo de las fantasías de ella. Al llegar a la playa ambos se quitaron sus zapatillas, y las dejaron a un costado. La arena aun se conservaba caliente, y podían sentirla bajo sus pies. Al final de la playa había unas rocas, donde la iluminación era escasa, y hacia allí se dirigieron. Ella se apoyó contra las rocas, y él apoyó su cuerpo contra el de ella. Se besaron largamente. Dejó apoyadas en una roca el Champagne, la Miel y las dos copas, y ahora con las manos libres empezó a acariciar el cuerpo de ella, que a cada caricia se estremecía. De a poco comenzó desabotonar la camisa blanca y larga que era la única prenda que ella vestía. Dejó sus pechos al descubierto; la piel muy blanca, iluminada tenuemente por la luna; los pezones rosados estaban duros, como a él le gustaban. Descendió suavemente con la lengua por el cuello hasta los pezones, y comenzó a moverla alrededor de ellos en círculos, mientras con una mano acariciaba sus muslos; los dedos de la otra acariciaban el otro pezón, lo tenia tomado entre los dedos índice y pulgar, y los movía como si fuera que estaba dando cuerda a un reloj antiguo, con suavidad y energía al mismo tiempo. La mano se fue deslizando suavemente por las piernas de ella , y luego tantenando por la roca hasta que penetró en la Miel, quien por primera vez, no era desvirginada por un cuchillo o una cuchara como ocurría siempre, sino por dos dedos que la penetraban lentamente. El toque sensual de esos dedos le hacían sentir el goce de la penetración. Se sentía tan mujer como la que estaba siendo besada delante de ella; pero no sentía celos de esa mujer, al contrario, sentía que las dos estaban siendo amadas y que ella también quería amar a esa mujer, quería sentir el calor del cuerpo de ella.
Cuando los dedos de él comenzaron a untar el cuerpo de ella, sintió que los tres se amaban. Ella besaba los pechos de la mujer mientras él la penetraba con los dedos. Placer y voluptuosidad se mezclaban en un solo acto. Sintió los labios de ella, tan suaves y carnosos, mientras se besaban mutuamente. Estaba gozando, como nunca había pensado que lo haría. Era un gozo intenso lleno de placer; acariciaba todo el cuerpo de esa mujer y gozaba junto con ella; podía sentir cómo se mezclaban sus jugos con los de ella. Los dedos que la penetraban a ella, ahora también penetraban la vagina de la mujer. Los gritos de placer de las dos se confundían en uno solo. Estaba en un gozo intenso, cuando sintió que ahora era él quien la besaba; sentía cómo pasaba suavemente la lengua por su cuerpo y por la vagina de ella. La besaba, mientras besaba el clítoris de ella. Todos participaban de esa orgía, donde sexualmente se mezclaban los jugos de la mujer, la saliva de él; y ella en medio de los dos, ahora sabía cómo se sentía la abeja reina. Ella misma se sentía una reina dentro de ese panal, cuando un frío recorrió su cuerpo; ahora eran miles que la abrazaban y besaban. Su cuerpo estaba lleno de burbujas que la poseían, la envolvían, la besaban y la acariciaban. Estaba tan ensimismada en su goce que no vio cuando él tomó el Champagne, y lo esparció por el cuerpo de la mujer. Recorría el cuerpo desnudo, iluminado por la luna. La piel era suave, pero la pendiente era muy empinada, tenia muy poco de donde agarrarse, para no terminar estrellado contra la arena. En su vertiginoso descenso vio que quien había sido su compañera de viaje, estaba también ahí, desnuda. A la luz de la luna su piel brillaba aún más. Su color ahora se apreciaba más dorado; estaba hermosa bajo esa luz; era irresistible, ya no la veía como a una campesina, ahora la veía voluptuosa y sensual, excitante; había en su brillo algo que le decía que debía amarla en ese instante, y no lo pensó más. La abrazó, la besó y la penetró en su caída. Era excitante saber que no estaba solo en esa actitud, podía ver cómo era penetrada ella y la mujer que tenia una relación lésbica con ella, a la que él también penetraría. Estaban en pleno éxtasis bajo la luz de la luna y con el murmullo del mar como música de fondo, sintiendo un verdadero placer donde se perdían los límites de cada uno. No había clases ni prejuicios; todos amaban a todos y todos eran a su vez amados. No supo exactamente cuánto tiempo había durado todo; sólo comprendió que había terminado cuando el sol comenzó a quemarlo. Sintió que se evaporaba, que se le iba la vida; pero no lo lamentaba, había disfrutado del placer de poseer a esa campesina.¨

FIN

Alberto OTERO
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