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martes, 26 de junio de 2007

Jurema


El sol caía sin piedad sobre el Barón quien con su blanco pañuelo secaba las gotas de sudor que corrían por su cara y su cuello. Con su típico traje blanco y sus botas negras montado en su caballo recorría la plantación donde los mugrosos esclavos se inclinaban ante su paso. Ya era rutina salir por la mañana a dar una vuelta por los caminos que rodeaban los sembrados; en esos paseos la vista del Barón trataba de encontrar alguna mulata que fuese digna de su fusta.
Mientras se dirigía hacia el río a tomar un baño se cruzó con Jurema, la pequeña mulata había crecido y lo que antes era promisorio ahora era concreto a su vista. Si bien los andrajos que vestía ocultaban buena parte de su cuerpo, para un exquisito conocedor como el Barón no pasaban desapercibidos. Acerco el caballo por el sendero donde ella caminaba en dirección al río y se puso a la par; la mulata no sacaba la vista del suelo mientras el Barón se regocijaba por dentro viéndola caminar con el bulto de ropa sobre su cabeza. Apuro el paso de su cabalgadura para llegar al río, la mulata podía ser apetecible pero el calor era sofocante, bochornoso como diría su amiga Eva de Buenos Ayres. El recuerdo de sus labios carnosos dignos de besarse paso por la mente del Barón, recordaba las tardes en que Eva hacia gala de sus labios mientras él le leía a Proust.
Absorto en los recuerdos llego al río y desmonto del caballo, se quito su blanco sombrero Panamá, las botas y el traje, así desnudo como le gustaba se metió al río. A lo lejos escuchaba la risa de los chicos jugando en el agua, pronto se les acabaría esa felicidad y seguirían la senda de los otros esclavos hacia las plantaciones. Salió del agua y se recostó en la arena, unos pasos le hicieron saber que Jurema se acercaba. La mulata se acerco a la orilla del río, puso su falda entre las piernas y se agacho a lavar la ropa. Mientras hacia esto, movía su cuerpo y entonaba una canción en su lengua natal con un ritmo cadencioso que lentamente estaban excitando al Barón; quien silenciosamente se incorporo, tomo su fusta y se acerco a la muchacha.
Cuando estuvo a su lado apoyo la punta de la fusta en su cuello; la mulata sorprendida interrumpió su canción, se dio vuelta, y miro con los ojos bien abiertos al Barón desnudo frente a ella, mientras él suavemente deslizo la fusta hasta los botones de la blusa y magistralmente fue abriéndolos uno por uno muy lentamente. Ahora ella se encontraba sentada en la arena y con la blusa abierta, dejando al descubierto unos senos erguidos y con aureolas oscuras alrededor de los pezones duros. Lentamente corrió la blusa hacia atrás con la fusta hasta que su torso quedo desnudo en la arena. Con un poco de presión de la fusta en su cuello hizo que la mulata se recostara, sacarle la pollera iba a ser un poco más difícil, por eso con un gesto de su cabeza, la mulata comprendió rápidamente los deseos del Barón y no lo hizo esperar. Un poco temerosa se quito la falda y dejo ver un 'culotte' blanco que probablemente perteneciera a la Condesa y que ella había robado de la casa. Con firmeza en la mirada le hizo un gesto para que se lo quitase, la mulata sabia que había sido sorprendida y esperaba el castigo. Cuando se quito el 'culotte' el Barón lo alzo con la fusta y lo examino. Sin duda era la marca francesa que usaba la Condesa. Tímidamente la mulata intentaba con sus manos tapar su desnudez, el fustazo no demoro mucho en caer sobre la mano que cubría su entrepierna haciéndole escapar un chillido de su garganta y dejando al descubierto una hirsuta mata de vellos púbicos negros y ensortijados que rodeaban unos labios marrones donde se destacaba el rojo de su vagina. Muy lenta y rítmicamente la fusta comenzó a dar círculos cerca de donde el Barón distinguió el clítoris de la mulata. Sus ojos reflejaban una mezcla de terror y placer mientras él seguía su juego con la fusta, el cuero le daba casi la misma sensación de placer que por las noches ella se brindaba a sí misma en la oscuridad de la 'senzala' mientras los otros dormían. Pero el terror no figuraba en sus fantasías y ahora lo sentía. Sabia que el Barón en cualquier momento podía comenzar a castigarla y eso la aterrorizaba; el miedo y el placer hacían contornear su cuerpo fuera de su voluntad, sus caderas acompañaban el rítmico movimiento de la fusta y arremetían contra ella en un intento desesperado por obtener el máximo placer. Nunca antes habían pasado por su cuerpo todas esas sensaciones, nunca antes había sentido el dolor del clítoris al endurecerse por la excitación, nunca antes sus senos habían palpitado como lo hacían ahora, nunca antes había estado tan cerca del orgasmo, nunca antes el Barón había estado tan cerca de ella. Ese hombre de finos modales y gustos refinados se había fijado en ella y eso la excitaba y la llenaba de orgullo, en sus fantasías se veía como la preferida del Barón. Casi ni percibió el rápido movimiento de la fusta que descargo un chicotazo sobre sus nalgas dejando una marca roja sobre su morena piel. Pobre mulata pensó el Barón que equivocada está si piensa que va a gozar cuando ella quiera, y volvió a arremeter contra su nalga con la fusta, la mulata iba a gozar cuando el así lo quisiera. Acerco la punta de la fusta a sus pechos y comenzó a acariciarlos suavemente en círculos alrededor de los pezones, dando esporádicamente golpecitos suaves sobre ellos. Jurema con ojos aterrados miraba la fusta como se movía rítmicamente sobre sus pezones, su cuerpo que segundos antes era solo cadencia y sensaciones, ahora estaba tieso sobre la arena. La mirada del Barón era penetrante y un tanto sombría, notaba como a medida que le acariciaba los pezones con esos golpecitos sus ojos se iluminaban. El dolor del chicotazo estaba pasando y el suave golpeteo sobre sus pezones hacia que su cuerpo lentamente volviese al estado anterior, sentía la necesidad de acariciarse pero tenia miedo al castigo. Otra vez sentía la mezcla de dolor y placer apoderarse de su cuerpo y su mente, notaba que ese hombre parado frente a ella la llevaba por un camino que nunca antes había recorrido; quería demostrarle su agradecimiento pero no sabia como hacerlo, mientras sentía la presión de la fusta pasar entre sus senos y bajar por su vientre deteniéndose en su ombligo. Los ojos del Barón ahora estaban fijos en los de ella que apenas podía sostenerle la mirada, mientras miraba al Barón sintió el otro chicotazo que esta vez lacero su carne. Cerro los ojos inmediatamente, sabia que el Barón no perdonaba que un esclavo suyo lo mirase a los ojos, desde niña había visto como los hombres se acercaban a él con las manos en la espalda y la cabeza gacha mirando al suelo, mientras él les daba las ordenes. Se merecía el castigo pensó, le había faltado el respeto al hombre que se había dignado a darle placer. No volvería a hacerlo.
El Barón comenzó a golpear suavemente la parte interior de sus muslos y ella fue separando sus piernas hasta dejar totalmente expuesta su vagina a la mirada escrutadora de él. La fusta comenzó a dar suaves golpes en los labios de su vagina, que con el roce del cuero tomaron un color rojo más intenso aun; desde su posición el Barón podía ver como el clítoris de Jurema volvía a endurecerse, mientras lentamente se arrodilló entre sus piernas y con su pene rígido la penetró violentamente; la negra lanzo un grito de dolor y todo su cuerpo se estremeció. Nada le importo al Barón que siguió penetrándola sin prestar atención ni a sus gritos, ni a sus lágrimas. Todo lo que antes había sido placer, ahora era dolor y desgarro, sentía el dolor en las paredes vírgenes de su vagina, con cada nueva embestida sentía como su carne era lacerada; las lágrimas que corrían por su rostro de nada servían para que el Barón tuviera compasión de ella, al contrario esto parecía estimularlo mucho más, ya que sus movimientos ahora eran más rápidos y violentos dentro de su vagina. Tan intenso era el dolor que pensaba que su cuerpo no lo resistiría, y así fue como lentamente comenzó a perder la noción del lugar donde estaba y lo que estaba sucediendo, su cuerpo se fue poniendo fláccido, su mente daba vueltas y de pronto quedó todo a oscuras. Jurema la pequeña negra de 16 años había sido violada a orillas del río por su amo, como otras tantas que habían pasado por su fusta.


Fin

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