Al otro día el Barón decidió no hacer la siesta y ordeno que ensillaran su caballo, esa era la peor hora del día para andar por las plantaciones, pero el iría directo al río sin detenerse por el camino. Salió de la casa al trote con el caballo levantando el polvo reseco en esta época del año, las lluvias aun no habían llegado y el calor era mas bochornoso que de costumbre, por eso eligió ir por el camino lindero a los campos de Don Máximo donde los guanábanos lo protegerían del intenso sol de la tarde, con su hermosa copa, el tronco recto de corteza lisa y color gris oscuro elevándose por encima de los seis metros; con hojas lanceoladas, lustrosas, de color verde intenso por encima y blanquecinas por el envés. Podía sentir ya el aroma que venia del río y se mezclaba con olor dulzón de los frutos del guanábano que se encontraban desperdigados por el suelo. A pocos metros del río muy cerca de la orilla vio un caballo ensillado y atado a un tronco que estaba caído en el suelo, detuvo su cabalgadura y observando con atención no pudo ver a nadie, tampoco pudo reconocer el caballo; bajo del suyo y atándolo a un árbol se acerco a pie hasta la orilla del río caminado muy lentamente y con paso liviano para poder sorprender al que estaba dentro de sus tierras. Vio en la arena pisadas de pies pequeños que iban hacia el río e inmediatamente supo que eran de mujer, su vasta experiencia en desflorar negras a orilla de ese río así lo indicaba. Pero le llamo la atención el caballo, ya que ninguna de sus esclavas montaba a caballo y menos aun con una montura de lujo como la que llevaba ese animal. Se acerco lentamente y observo junto al animal unas ropas finas de mujer, una larga enagua de encaje blanco se destacaba sobre las ropas, con la fusta lo alzo y acerco a su nariz, lo olfateo, “Romance de Polo” el inconfundible perfume que usaba la nieta de Don Máximo. Camino un poco más hacia la orilla y vio la cabeza de la mujer sobresalir del agua, el pelo castaño totalmente mojado caía sobre sus hombros desnudos cada vez que sumergía su cuerpo y luego emergía, cundo se puso de pie una espalda de piel muy blanca quedo al descubierto para los ojos del Barón que rápidamente se oculto tras unos arbustos y vio que la mujer se daba vuelta y caminaba hacia él, dos hermosas y grandes tetas coronadas con pezones rozados emergieron del agua, la mujer se paso las manos por ellas demoradamente para quitarse el agua y este gesto le pareció al Barón más una caricia, que el simple acto que quitarse el agua del cuerpo, a medida que avanzaba hacia la orilla su cuerpo iba quedando expuesto a la mirada furtiva del Barón que estaba inmóvil tras los arbustos, un triangulo de pelo castaño en su pubis contrastaba contra el blanco de su piel, parecía una estatua de mármol saliendo del agua.
Cuando se agacho a tomar su ropa, el Barón salió de detrás de los arbustos, la mujer sorprendida dio un grito y se tapo los senos con la enagua de encaje. Poco a poco se fue acercando mientras ella seguía turbada por la aparición repentina, la punta de la fusta se apoyo en la tela y con suma habilidad la desprendió de las manos de la mujer que instintivamente tapo su pubis con las manos. Pero no era el pubis motivo de atención del Barón sino esas hermosas tetas de pezones duros y aureolas rosadas que habían quedado expuestas a su lasciva mirada, y cuando ella la percibió, subió una mano en un vano intento por cubrirse los senos. Su cuerpo húmedo estaba comenzando a temblar, quería hablar pero estaba paralizaba, la mano del hombre se movió rápido y la sujeto firmemente por el cabello mientras apoyaba sus labios en los de ella. La beso muy suavemente casi se diría que con ternura, mientras con la fusta le iba recorriendo el cuerpo, los años le habían dado la sensibilidad necesaria como para percibir lo que su fusta tocaba, era la prolongación de su brazo y muchas veces la había usado como la prolongación de su pene. Cuando el Barón aflojo la presión en los labios de la mujer, un balbuceo broto de su boca, pero inmediatamente la fusta sobre sus nalgas le hizo comprender que debía quedarse callada. El golpe fue seco y certero, sin dejar marcas en la carne blanca de Maria de la Mercedes pero suficiente como para hacerle saber quien era el que dominaba y quien era la dominada.
Lentamente la mano que sujetaba el cabello fue aflojando la presión y comenzó a descender por la espalda de ella, siguió el camino de la columna hasta llegar a sus nalgas y volvió a subir lentamente mientras su cabeza se inclinaba y apoyaba los labios en los pezones, cuando su mano estuvo a mitad de la espalda apretó fuerte hundiendo más aun su cabeza entre esos hermosos pechos y mordiendo suavemente la punta de los pezones. Ella se estremeció cuando sintió que le mordía los pezones, fue como una pequeña corriente eléctrica recorriendo su cuerpo, hacia años que no sentía esa sensación en el cuerpo y se sorprendió de lo agradable que era volver a sentirla. El roce de la fusta por la parte interna de sus muslos le hizo escapar un gemido involuntario, al llegar a su vagina; su cuerpo estaba entregado al Barón pero su mente aun se resistía. Sintió como nuevamente la tomaba de los cabellos y tiraba de ellos hacia abajo, supo enseguida que era lo que él quería y dejo caer su cuerpo hasta quedar de rodillas frente él, llevo sus manos hasta el ancho cinturón del pantalón y lo desabrocho; seguidamente hizo lo mismo con los botones del pantalón y el pene del Barón quedo frente a su boca, no hizo falta que dijera nada, ella comenzó lentamente a besarlo y a pasar su lengua alrededor del pene. El Barón acompañaba los movimientos de la cabeza con su mano mientras que la fusta seguía dando suaves golpes en sus nalgas, poco a poco fue aprendiendo el lenguaje de la fusta, su lengua y su boca seguían el ritmo que esta imponía; que no era otro que el ritmo que al Barón le gustaba. La mano que estaba acariciando su cabeza, ahora la sujetaba por el pelo y suavemente la guió hasta que ella quedo acostada de espaldas en la arena y el se arrodillo a su lado. Maria de las Mercedes estaba inmóvil acostada en la arena, una mezcla de placer y miedo se había apoderado de ella. Vio como el Barón extrajo un pañuelo de seda del bolsillo de su pantalón y le vendo los ojos con este. A partir de ese instante, no pudo ver nada mas; solo sintió el suave cuero de la fusta que rozaba sus mejillas y se detenía en su nariz; percibió un aroma indescriptible y único. Jamás antes en su vida había sentido un aroma así, no era solo el olor del cuero el que había impregnado en ella; era una mezcla de olores que todos juntos hacían inconfundible a esa fusta.
Luego sintió como la fusta acariciaba su cuello y pasaba rodeando sus senos hacia su vientre, sus manos instintivamente fueron hasta su pubis para cubrirlo, pero el suave chicotazo en el dorso de su mano, le hizo comprender que era mejor dejar las manos a un costado de su cuerpo. Siguió la fusta bajando por su vientre y luego el pubis; al llegar a los muslos recibió un suave golpe en cada uno e instintivamente abrió las piernas dejando espacio para que la fusta se apoye sobre los labios de su vagina. De pie entre las piernas de la nieta de Don Máximo el Barón comenzó a dar rítmicamente suaves golpes con su fusta en los labios de la vagina, a medida que aumentaba el ritmo del suave golpeteo, podía ver como Maria de las Mercedes aumentaba el ritmo de su respiración y sus manos instintivamente fueron hasta los pezones de sus voluminosos pechos y comenzaron a apretar sus pezones.
La visión de ese espléndido cuerpo acostado en la arena fue excitando al Barón hasta que con su pene erguido se arrodillo en la arena con el cuerpo de la mujer entre sus piernas y apoyo su pene entre los pechos de esta. Con ambas manos tomo sus pechos dejando su pene entre medio de estos y era él quien ahora comenzó a apretar los pezones de la mujer. Hacia rato que no se masturbaba en medio de tan espléndidas tetas y no desaprovecho la oportunidad; comenzó a moverse hacia atrás y hacia delante mientras con las manos hacia presión sobre los pechos para apretar su pene entre medio de estos, a medida que aumentaba el ritmo su pene se acercaba cada vez mas a la boca de ella, quien a pesar de tener sus ojos vendados podía sentir lo que estaba pasando. Cuando el pene se acercaba a su boca ella sacaba la lengua y lo lamía, entonces el Barón soltó los pechos de la mujer y le agarro la cabeza obligándola a meterlo dentro de su boca. Entonces fue ella la que agarro sus tetas con las manos apretando el pene del Barón masturbándolo con sus tetas y su boca mientras sentía la presión que él ejercía con las manos en su cabeza, sus testículos duros rozando su cuerpo le hicieron saber que pronto el semen de él inundaría su boca y así fue, primero una gran oleada que tragó por completo, luego pequeñas gotas que fue lamiendo de la punta de su pene con la lengua.
Todavía tenía el sabor agridulce del semen del Barón en su boca, cuando dejó de sentir el peso sobre su cuerpo, en ese momento el silencio era sólo interrumpido por el canto de los pájaros y el murmullo del río, desconcertada por tanto silencio que llevó las manos hasta su rostro y se quitó la venda, dio al Barón montado en su caballo y como éste tocando levemente el ala de su sombrero la saludada y se alejaba por el camino.¨



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