El Barón hizo que le sirvieran la cena en la 'gloriette' de su mansión, por las noches cuando el calor dentro de la casa era tan bochornoso, acostumbraba a cenar y esperar que una brisa aunque sea leve le permitiera disfrutar de su cena. La galería era ancha y tenia todo el largo de la mansión, estaba elevada del suelo mas de un metro, las baldosas que cubrían su piso eran de pizarra color roja. La mansión estaba pintada de blanco y las puertas en azul, parecía una típica casa mediterránea. Desde donde estaba sentado veía las luces de las fogatas en los campos y escuchaba el murmullo de los negros bailando y cantando en la 'senzala'. Siempre se pregunto que era lo que festejaban. La negra Milagros se acerco con la cena y pudo divisar una nube de polvo que se levantaba por el camino. El Barón también noto la nube de polvo, luego poco a poco empezó a escuchar el ruido de un motor y cuando el coche encaro la alameda que desembocaba en la entrada de la casa, pudo distinguir de quien se trataba.
Margot descendió del auto y se dirigió al Barón con el chofer ayudándole a subir las escaleras, cuando estuvo cerca del Barón extendió su mano para que este la besase, quien de buena gana la hubiera escupido. El tiempo había sido muy cruel con Margot, el sacrificio había dejado huellas imborrables en su cuerpo y en su alma. Había comenzado como prostituta en esa ciudad y poco tiempo después unos de los terratenientes de la zona se enamoro de ella y le puso una 'garçoniere' en pleno centro y cuando el terrateniente perdió el amor y las tierras a ella no le quedo mas remedio que convertir la casa en un 'bordel'.
Así comenzó su vida de proxeneta, de todo había en "la casa de santos ejercicios espirituales" como eufemísticamente le gustaba llamarla, refugiadas europeas de la guerra, negras esclavas compradas por la misma Margot, indias que dejaban sus tribus y eran traídas por los garimpeiros. Había para todos los gustos de los clientes, excepto para el hijo de puta que tenia sentada frente a ella y no dejaba de importunarla con su mirada. No era la primera vez que le devolvía una 'pupila' hecha un guiñapo sanguinolento, pero esta vez el Barón había pasado todos los limites, la 'mercadería' era buena y joven, tenia mucho jugo para sacar de ella todavía, tenia muchos años para resarcir su inversión y este animal con su fusta había echado por tierra sus planes para la putita. ¡No iba a quedar así esto!.
“Disculpe que lo interrumpa en su cena Barón” - Dijo Margot haciendo inflexión en la ultima palabra.
El hombre rió para sus adentros, y sirvió una copa de vino a su interlocutora. Sabia muy bien que la vieja proxeneta iba a hacerse la ofendida, incluso ya sabia las palabras que iba a usar para sacarle el máximo de dinero por esa putita. No faltarían las palabras como inversión y ganancia, y mucho menos lo que siempre le decía “no sabe cuanto me cuesta satisfacer sus deseos”. El sonido del oropel tintineando en las manos de Margot mientras gesticulaba y le daba las razones por la que debería pagar un buen precio por la putita, estaba molestando al Barón, quien de buena gana la hubiera emprendido a fustazos contra la vieja, pero se contuvo.
Metió su mano en el bolsillo y saco un fajo de billetes que extendió hacia Margot, quien lo guardo en su cartera sin contarlo, sabia que al Barón el dinero ni le importaba y siempre era generoso en el pago. Cuando se levanto de la mesa para retirarse Margot le pregunto al Barón:
“¿Lo veré en la celebración de la Cuaresma? ¡Es el obispo quien va a oficiar las misas!.”
“Ahí estaré”. Respondió el Barón secamente. Y siguió con su cena.
Por la mañana se levanto temprano y mientras el negro Kalhum lo afeitaba, la negra Milagros estaba preparando el desayuno. Había dado la orden de que la negrada podía asistir a las fiestas de Cuaresma que se realizaban en la ciudad. Desde la ventana vio como los negros caminaban por los senderos de la plantación hacia la ciudad. Vio a la negra Jurema que llevaba a su hijo para ser bautizado. Demoro un poco la vista en la negra cargando a su hijo en brazos.
Kalhum termino de afeitarlo y el Barón lo aparto con su brazo. Al negro cada día le temblaban mas las manos, pero se cuidaba bien de no cortarlo al Barón, sabia que por cada corte recibiría diez azotes, aunque últimamente el Barón no lo azotaba; era peor sentir esa fría mirada que todos los azotes del mundo. La negra Milagros trajo el café y sirvió una taza para el Barón, estaba bien cargado, sabia que había estado bebiendo hasta la madrugada vio las botellas de whisky tiradas en la glorieta, la resaca debía ser grande por eso le hizo un café bien cargado. Mientras el Barón tomaba su desayuno Kalhum preparo el coche para llevarlo hasta la ciudad y se estaciono esperando la salida del amo. Sentado en el pescante del coche bajo el rayo del sol esperaba pacientemente, con un cigarro de hoja en su boca. El Barón salió a la puerta de su casa acompañado de la vieja Milagros quien le abrió la puerta del coche para que él subiera. Se sentó cómodamente, el negro azuzo los caballos y se pusieron en marcha a un trote lento bajo el sol que caía con fuerza sobre el camino de tierra.
A medida que se acercaba a la ciudad desde otros coches saludaban al Barón con reverencia desmedida en algunos casos. Llegaron a la plaza central de la ciudad y antes de dirigirse a la Catedral donde el Obispo oficiaría la misa paso por el bar de André, un portugués que todavía conservaba el acento de su tierra y que corrió solicito a acomodar la silla del Barón en la mesa de sus amigos. Saludo a todos ellos y con especial efusividad al Vizconde Federico su amigo de siempre. El hombre que conocía todo sobre el Barón y lo acompañaba en muchas de sus correrías y trapisondas. En la mesa estaban también otros terratenientes y coroneles de la zona y uno nuevo, un italiano que había venido a estas tierras acompañado de su nieta. El hombre fue presentado al Barón y este lo saludo amistosamente, en su propia lengua ya que a su paso por Italia el Barón había aprendido a hablar la lengua del Dante y no la había olvidado con los años. Su nieta no se encontraba en ese momento en el bar, no era lugar para las damas de la sociedad, ella se encontraba en la casa de Doña Marta, esposa del Vizconde Federico y lugar preferido por todas las damas de la ciudad y donde nunca pasaba desapercibido el chismorreo habitual que llenaba sus vidas. Así fue como la nieta de Don Máximo se entero que el Barón vendría la misa de Cuaresma. Cada vez que el Barón pisaba la ciudad era objeto de los chismes, que compartían junto al té con masas caseras que nunca faltaban en la casa de la esposa del Vizconde . Los chismes eran de todo tipo, desde las noches de juerga y alcohol hasta el ultimo que corría por la ciudad y era que la negra Jurema iba a traer al hijo bastardo del Barón a bautizar por el Obispo. Mil historias se tejían sobre este hombre en la ciudad desde que había llegado hacia tantos años desde Buenos Aires, lugar donde había nacido y que había abandonado por el despecho de una mujer.
El Barón saco su reloj de cadena del bolsillo del chaleco y leyó la inscripción 'vulnerant omnes, ultima necat', miro la hora y apuro la copa de un trago; e invito a los presentes a ir caminado despacio hacia la catedral. Cuando salieron del bar se toparon con el gentío que caminaba hacia la catedral, la negrada por una vereda y los señores por la otra. Las mujeres con sus largas faldas y las sombrillas cubriéndolas del sol, los hombres con sus sombreros saludando a su paso. Llegaron a las escaleras de la Catedral y Doña Marta y las demás damas estaban esperando a que ellos llegaron; Don Máximo se apresuro a presentarle a su nieta al Barón, quien tomo la mano de esta y la beso mirándola fijamente a los ojos. Las mejillas de Maria de las Mercedes se sonrojaron cuando delicadamente sin que los demás lo notaran deslizo su lengua entre los dedos de ella. Pero no pudo evitar el color de las mejillas y las otras mujeres lo percibieron esbozando una sonrisa de picardía entre ellas. Ya tenían suficiente motivo para chismorrear en su próxima reunión. Como era la costumbre las mujeres se acomodaron en los bancos de la derecha y los hombres en los de la izquierda y detrás de ellos la negrada de pie se amontonaba hasta cubrir toda la Catedral. Unos monaguillos aparecieron portando unos candelabros con velas que apoyaron sobre el altar, detrás de ellos el Obispo con su vestimenta adornada con finos hilos de oro se acerco al altar y comenzó la misa. “Dominus vobiscum...”
El fervor del Obispo con la misa y la vejiga del Barón no se llevaban de acuerdo, ambos no tenían la misma urgencia. De soslayo cruzo la mirada con el Vizconde quien sabia que su amigo ya no soportaba más el estar ahí parado por lo inquieta que estaba su fusta en la mano, sabia que el Barón tenia la costumbre de elegir a las damas de la sociedad que disfrutarían del placer que les proporcionaba en este tipo de eventos, pero su paciencia era muy poca. El Barón le hizo un gesto con la cabeza al Vizconde y este inmediatamente comprendió lo que su amigo quería. Cuando llego la hora en que todos los fieles iban a comulgar, el Barón salió a la calle, luego vendrían los bautismos a los negros; antes de salir de la catedral dejo un fajo de billetes en la bolsa que esgrimía frente a él un monaguillo. El sol caía a plomo sobre la vereda y estoicamente el Barón espero a que salieran sus amigos y las damas. Rumbearon a la casa del Vizconde donde el almuerzo de Cuaresma seria servido. Eran todos de conocida prosapia y no debían observar el ayuno que otros hacían, para los nobles como ellos, las puertas del cielo estaban abiertas de par en par y sus generosos bolsillos para con la Iglesia garantizaban el ingreso.
Cuando llegaron a la casa del Vizconde la mesa estaba preparada para los invitados y se sentaron todos a ella, la seña que hizo el Barón en la Catedral fue bien interpretada y la nieta de Don Máximo fue sentada a su lado; quien estaba un poco nerviosa por la situación y por los comentarios que había escuchado acerca de ese hombre que la intrigaba, además la lengua sobre sus dedos la había dejado inquieta durante la misa y su mirada la perturbaba. Ahora que lo tenia sentado a su lado el rubor de sus mejillas era constante. Sintió la mano del Barón rozarle la pierna cuando éste se acomodaba su servilleta, una sonrisa se dibujo en los labios del Barón y miro a su amigo, que estaba ocupado entreteniendo con la conversación a Don Máximo. El frío vino blanco fue servido en la copa del Barón y cuando todos tuvieron sus copas llenas este alzo la copa y dio la bienvenida a Don Máximo y su nieta, los demás comensales se sumaron al brindis del Barón. El rubor de las mejillas ahora era un rojo intenso que contrastaba contra su piel blanca, los grandes pechos se inflaban en una respiración agitada, brindo con el Barón y los demás comensales; pero el rubor que sentía no le permitía quitar la vista del plato. Así discurrió el almuerzo y cuando hubieron terminado los hombres se fueron a la sala a fumar sus habanos, tomar whisky y jugar al póquer, mientras que las damas se preparaban para asistir a la procesión.
Margot y sus pupilas también lo estaban haciendo en 'la casa de santos ejercicios espirituales' porque sus pupilas y ella misma eran devotas del Señor, no por nada en el salón principal de la casa una imagen del Sagrado Corazón, compartía el espacio con una pintura que mostraba los cuerpos desnudos de mujeres siguiendo encantadas detrás de la flauta de un fauno. Sexo, mitología y religión se daban cita en esa pared y muchas veces dentro de las habitaciones también.
El murmullo y los cánticos de la procesión se escuchaban desde la habitación donde los hombres estaban jugando a los naipes. Dejaron un momento el juego y se asomaron al balcón para ver como el Obispo encabezaba la procesión seguido de sus acólitos, de entre las damas de la sociedad se destacaba Maria de las Mercedes quien caminaba junto a Doña Marta, por su altura y por sus senos, mas atrás venia Margot y su sequito de discípulas, cuando el Barón vio pasar a la negrita que había azotado hasta el cansancio se sonrió levemente. En ese instante se acerco Don Máximo al balcón, y el Barón aprovecho para hacerle una invitación a cenar a su casa y también hizo extensiva la invitación para su nieta. La negrada estaba pasando debajo de ellos y la negra Jurema vio a su amo asomado al balcón, llevaba en sus brazos el fruto de las tardes en el río con el Barón, hoy había sido bautizado, de ahora en adelante lo llamarían por su nombre de bautismo Joao do Pira, en honor al río donde había sido concebido. Para el Barón no paso desapercibido el caminar de Jurema cargando a 'su' hijo, la negra acompañaba los cánticos con su voz y con su cuerpo, sus caderas se movían al compás de las sacras canciones. Cuando la procesión desapareció por la calle que bajaba hacia el mar los hombres entraron nuevamente a la sala y volvieron a ocupar sus puestos en la mesa de juego. El Barón no prestaba mucha atención a este por lo cual hacia rato que venia perdiendo dinero, sus pensamientos estaban ajenos al juego y fue por eso que decidió retirarse. Saludo a todos los presentes y le dio un fuerte abrazo a su amigo el Vizconde , quien lo acompaño hasta la salida de la casa, en la puerta estaba Kalhum con el carruaje esperándolo, el Barón subió y tomando el ala de su sombrero saludo al amigo. Descendieron por la calle que llegaba al mar y se dirigieron a la zona del puerto, haría una visita a Margot en su propia casa.
El Barón abrió la puerta del bordel de un puntapié como era su costumbre, la voz gruesa resonó en toda la sala. “Margooooot... ¿es que nadie va a recibirme en esta casa?”.
La vieja proxeneta tembló y corrió apresurada a donde estaba parado el Barón blandiendo su fusta. Margot tomo el sombrero, golpeo fuerte las manos y una veintena de muchachas apareció en el salón que una al lado de la otra se pararon cerca de la pared donde la imagen del Sagrado Corazón las observaba piadosamente. Lentamente se sentó en un sillón que había en la sala, encendió un habano y una a una comenzaron a desfilar las mancebas frente a él.
Cuando le toco el turno a la negrita, esta paso frente a él temblando como una hoja, el Barón no pudo contener su risa, la que venia detrás de la negrita era una joven mestiza de piel color canela, el Barón la toco con su fusta y esta se aparto de la fila quedando parada al lado de él mientras las otras seguían pasando. La ultima en pasar era una joven blanca, probablemente una europea que la guerra había depositado en la casa de Margot, el Barón toco a esta con su fusta y se levanto del sillón. Conocía perfectamente el camino hacia las habitaciones y sabia perfectamente cual era la mejor, hacia ella se encamino seguido de las dos mujeres. Abrió la puerta y dejo pasar a las mujeres, una gran cama con dosel dominaba la habitación, a cada lado había un candelabro con velas encendidas y sobre la entrada un pequeño candil daba una luz mortecina sobre el tapiz rojo de las paredes, el típico palanganero de madera de tres pies, donde estaba la palangana para lavarse, el jarro con agua, el jabón y otras cosas para el aseo personal. La decadencia de la dueña y de la casa caminaban de la mano hacia el abismo, el esplendor de otrora había dado paso a esta decadencia que se evidenciaba en cada rincón. Por eso el Barón había dejado de frecuentar el prostíbulo de Margot, no quería ver como se venia abajo esa casa que había sabido albergar a las mas famosas cortesanas, como la pequeña Ana Diómene, voluptuosa y sensual como pocas. Y ni hablar de la bella Esmeralda, la india de ojos verdes cazada por los 'mamelucos' y amancebada por la vieja Margot para servir las requisitorias del Barón. Con esos recuerdos dando vuelta en su mente se sentó en el sillón y le indico a las mujeres que se desvistan una a la otra; Rosario la mestiza apenas tendría poco mas de 20 años y Alibi la europea rondaba los 35 años pero conservaba el vigor y la plenitud de la carne. Fue la que tomo la iniciativa y fue desprendiendo los botones de la blusa de encaje blanco que llevaba la mestiza y que destacaba mas aun el color de su piel; le quito la blusa y comenzó a hacer lo propio con la larga falda que cubría desde la cintura a los pies. Cuando quedo desnuda el Barón se sorprendió al ver que tenia su vagina totalmente afeitada y que esta se destacaba sobre un monte de venus curvadamente perfecto, Alibi apoyo sus labios en la boca de Rosario y la beso demoradamente mientras sus manos la acariciaban la espalda. La mestiza temerosa fue quitándole la ropa a la otra mujer ante la atenta mirada del Barón quien desde el sillón observaba la escena, la piel blanca de Alibi fue quedando al descubierto y cuando cayo al suelo su pollera dejo frente a los ojos del Barón un hermoso culo que era acariciado por las manos de Rosario. Besos y caricias se prodigaban una a otra mientras lentamente se arrimaron a la cama y se dejaron caer sobre ella, la pequeña Rosario tenia sobre su cuerpo a la hermosa Alibi que con su boca besaba los pechos erguidos y de pezones duros de la mestiza, que empezaba a mover su cuerpo arqueándolo cada vez que la punta de la lengua rozaba los pezones. Ahora su lengua recorría el cuerpo de la mestiza hacia su pubis afeitado, los ágiles dedos de Alibi abrieron los labios de la vagina y su lengua acertó directo al clítoris haciendo escapar un gemido de la garganta de Rosario y un estremecimiento de todo su cuerpo. Arrodillada en la cama no dejaba de pasar la lengua por la vagina cuando sintió la fusta del Barón darle palmadas en las nalgas; un grito de placer escapo de su garganta y el rítmico golpeteo de la fusta continuo por sus nalgas y siguió por los muslos, estaba muy excitada y su lengua recorría la vagina de la mestiza que poco a poco fue girando el cuerpo hasta quedar con la boca en la vagina de Alibi y comenzó a prodigarle el mismo placer que la otra le esta brindando, la tenia tomada de las nalgas y sentía el suave y rítmico golpeteo de la fusta recorriendo el cuerpo de Alibi.
El Barón se subió a la cama y tomo a la blanca mujer por las caderas y apoyando su pene en la vagina lo introdujo mientras la mestiza lamía la vagina y los testículos del Barón al tiempo que sus manos apretaban los pezones de Alibi y ésta apretaba los suyos. Veía desde esa posición el pene que entraba y salía de la vagina cada vez mas húmeda y le pasaba la lengua a lo largo del recorrido que este hacia dentro de Alibi. Nunca antes había sentido tanto placer, su cuerpo se estremecía todo cada vez que la lengua de Alibi tocaba su clítoris, lo sentía tan duro que creía que iba a explotar. Y no tardo mucho en suceder una explosión dentro de su cuerpo que le hizo saber que su orgasmo estaba llegando, mientras escuchaba el jadeo cada vez mas intenso de la mujer, supo que ella estaba también por gozar y acelero el ritmo de su lengua a medida que el pene entraba y salía mas rápido de la vagina. Un largo jadeo le indico que ella también había gozado. Cuando el Barón retiro el pene de la vagina de la mujer y lo introdujo en su boca, supo que era el turno de darle placer al hombre que las había servido a las dos, su boca aprisiono el pene con los labios y su lengua comenzó a dar círculos alrededor de la cabeza y no demoro mucho en sentir una oleada de semen caliente en su boca, siguió mamándolo hasta que quedo fláccido.
Alibi se levanto de la cama, trajo la palangana y el jarro mientras que la mestiza traía los otros elementos, entre las dos mimaron e higienizaron al Barón, lo ayudaron a vestirse y antes de retirarse el hombre tiro un fajo de billetes sobre la mesa donde estaba el candelabro. Bajo las escaleras y cuando salió a la calle ya era de noche; las mortecinas luces de carburo iluminaban la ciudad. Subió al carruaje y volvió lentamente por el camino hacia sus campos.¨



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