(Sobre una canción de Chico Buarque)
El Barón se encontraba caminando por la ciudad, con su típico traje blanco y la fusta en la mano, saludaba a los pocos transeúntes que encontraba a su paso; al llegar a la iglesia Del Carmen doblo hacia la izquierda y tomo por el Pasaje de la Cirrosis, llamado así por la cantidad de bares que había en ese pasaje de tan solo una cuadra de largo pero que albergaba casi todos los botecos de la ciudad; el pasaje era colorido como pocos, la fauna ebria deambulaba tranquilamente de bar en bar, en la esquina se encontraba el bar de Caique que era el lugar a donde el Barón se dirigía. En ese bar por las tardes temprano se sentaban las putas a la espera de algún cliente, pero él no iba a buscar placer ni carne esa tarde; le gustaba sentarse en ese bar a beber y observar las actitudes de las mujeres y hombres que ocupaban las mesas. Desde ese lugar veía como las damas que salían de la iglesia eran victimas del escarnio tanto de los borrachos como de las putas.
La mujer se acerco a la mesa y se sentó, sin siquiera reparar en el Barón comenzó a habar sola, producto del alcohol, “El primero llego como quien viene del florista, trajo un muñeco de peluche, trajo un broche de amatista, me contó de sus viajes y las ventajas que él tenia, me mostró su reloj, me llamaba de reina, me encontró tan desarmada que toco mi corazón, pero no me negaba nada y asustada yo dije que no.”
El mozo del bar se dio cuenta que la mujer estaba sentada en la mesa del Barón, corrió a sacarla, pero cuando iba a tomarla del brazo la fusta lo detuvo. Miro extrañado al Barón que le pidió que trajera una botella de vino blanco y dos copas. La mujer ni reparó en el mozo que se había acercado a la mesa, ni siquiera reparo en él cuando pidió la bebida, solo lo miro a los ojos y continuo diciendo: “El segundo me llegó como quien llega del bar, trajo un litro de aguardiente, tan amarga de tragar; indago en mi pasado, olfateo mi comida, reviso mis cajones y me llamaba de perdida. Me encontró tan desarmada que desgarro mi corazón, pero no me entregaba nada y asustada, dije que no.”
El Barón sirvió el vino en las copas de cristal que el mismo había dejado en ese bar para su uso exclusivo. La mujer levanto la copa y bebió el contenido de un solo trago sin respirar. Esto no asombro al Barón que ya estaba acostumbrado a este tipo de actitudes, sabia perfectamente que el refinamiento no había pasado ni de visita por esa calle. Además no quería interrumpir a la mujer que luego de beber un sorbo de la segunda copa comenzó a decir: “El tercero me llego como quien llega de la nada; no me trajo nada también nada pregunto, mal sé como él se llama; pero entiendo lo que él quiere, se acostó en mi cama y me llama de mujer, fue llegando silencioso y antes que dijese no, se instalo como un compañero dentro de mi corazón”.
Termino de beber el vino que había en su copa y cuando miro al hombre que tenia sentada frente a ella reconoció al Barón, el temor se apodero de su cuerpo que empezó a temblar sin poder controlarlo. Enseguida él noto su turbación y puso una mano sobre la de ella para calmarla, ya que se reconoció en los tres hombres que habían pasado por la infame vida de esa mujer. Los años prostituyendo su cuerpo aun no habían prostituido el alma de la mujer.
El Barón se levanto de su silla y dejo unos billetes sobre la mesa; durante todo el trayecto hasta su casa viajaron en silencio.¨



No hay comentarios.:
Publicar un comentario